viernes, 2 de noviembre de 2012
El hombre de hojalata
“Cuando un hombre es una tetera vacía, debería estar con
ánimo;
y sin embargo estoy destrozado…
Simplemente porque intuyo que podría ser algo parecido a
un humano,
si solamente tuviera un corazón…”
El Hombre de Hojalata
Las artes están repletas de imágenes arquetípicas. El
psicólogo suizo Carl Gustav Jung introdujo el término “arquetipo” y lo definió
como un símbolo de naturaleza universal, común a todas las culturas y épocas.
Una “imagen arquetípica” consiste en la materialización de dicho arquetipo, que
existe básicamente en el mundo conceptual.
El Hombre de Hojalata se podría definir como una
imagen arquetípica que representa al arquetipo del cuerpo emocional del
ser humano, en proceso evolutivo. El cuerpo emocional son todas
aquellas capacidades que tenemos para sentir, amar, valorar, disfrutar… a
diferencia del cuerpo mental, más frío y de naturaleza dual, el cuerpo
emocional se implica, se mezcla y se “quema” junto a aquello que le es afín.
Los seres humanos somos capaces de pensar, sentir y
actuar. Mente, corazón e instinto. En El Mago de Oz, tanto en el
libro como la película, están representados por el Espantapájaros, El Hombre de
Hojalata y el León, respectivamente. ¿Qué ocurre cuando una de estas
capacidades no está correctamente aplicada, se ha dejado de lado, o simplemente
se han usado más las otras dos?
En el caso del cuerpo emocional, nos encontramos con una emocionalidad
oxidada, rigidez en cuanto a la aceptación de sentimientos e ideas propias y
ajenas, frustraciones, incapacidad para vibrar y sentir, emocionarse y querer,
tener empatía e incluso ser correctamente asertivo.
Algo parecido a lo que le pasa al Hombre de Hojalata, pues
lleva un año estático, quieto en la misma posición, hasta que Dorothy
y el Espantapajaros le encuentran; y por ello anhela recuperar su corazón.
La historia del Hombre de Hojalata es curiosa:
Erase una vez un apuesto leñador que quería casarse
con una preciosa muchacha. La joven le pidió que para acceder a su petición
debería demostrarle que sabía ganar suficiente dinero como para sustentar un
hogar. Él se fue al bosque a talar y talar árboles sin descanso y así conseguir
su amor. Pero la chica vivía con una anciana que no deseaba perderla. Así que
llamó a la Malvada Bruja del Este que, a cambio de dos ovejas y una vaca, le
prometió que impediría el matrimonio. La bruja hechizó el hacha del leñador,
que se volvió resbaladiza. Cada vez que se caía de sus manos, esta le cortaba
una parte de su cuerpo. Partes que iba sustituyendo por hojalata, hasta que ya
no hubo nada más que cortar. Quedó convertido en un leñador de metal, que
siguió trabajando y trabajando hasta que sus articulaciones se oxidaron. Nunca
más supo de su prometida. Y ahora, había perdido el corazón y ya no se acordaba
de lo que sentía por ella. Estaba vacío…
En su afán por entregarse incondicionalmente, el leñador descuidó
su emocionalidad. Descuidó hacerse valorar por sus virtudes, eligió
trabajar y únicamente ser valorado por sus logros.
Alegóricamente, ese descuido por los sentimientos y por
valorarse a sí mismo le llevaron a convertirse en alguien rígido,
oxidado y sin capacidad para sentir.
En el vídeo nuestro personaje muestra una curiosa danza,
basada en un intento de expresar corporalmente lo que a través de la letra de
la canción ha contado a Dorothy y al Espantapájaros; no obstante, no goza de
suficiente fluidez y tiene una evidente falta de control, virtudes que da un
cuerpo emocional distendido y en expresión.
Letra en la que nos cuenta su anhelo para recuperar
emociones:
Cuando un hombre es una tetera vacía, debería estar
con ánimo. Y sin embargo, estoy destrozado… Porque intuyo que podría ser algo
parecido a un humano, Si solamente tuviera un corazón. Sería tierno, sería
amable, y un terrible sentimental con respecto al arte y el amor. Me gustaría
ser amigo de los gorriones … y del chico que lanza flechas… Si solamente
tuviera un corazón. Imaginadme… un balcón. Arriba una voz canta suavemente:
¿Donde estáis, Romeo? Oigo un latido …. ¡Qué dulce! Sólo para experimentar
emociones, celos, devoción, y realmente meterme en el papel… Podría manteneme
joven y alegre, y lo resguardaría con una cremallera, Si solamente tuviera un
corazón.
En nuestro entorno a menudo encontramos personas de
este tipo, excesivamente dadas a los logros y poco abiertas a lo sentimental, a
las emociones, a la contemplación y a la vida en el “ahora”. En todos nosotros
existe, a menudo, esa tendencia.
La frialdad del metal es otra alegoría, usando la hojalata
como imagen arquetípica de algo con poca flexibilidad, de baja temperatura,
poco adaptable, aunque muy resistente. Observemos que alguien que se
cierra emocionalmente responde ante estos adjetivos: poco flexible, frío, poco
adaptable, y resistente a lo que le sucede, casi inmutable. Poco empático y
demasiado duro, aunque él o ella cree estar siendo asertivo.
Cuando hablamos de alguien rígido nos referimos, sin
saberlo, a un “hombre de hojalata”. Puede estar causado por un desengaño
amoroso, por una “castración” emocional en la infancia, por algún problema de
autoestima… sea cuál sea el motivo, son personas que se centran en talar
árboles como medida desesperada. Quizá los logros y méritos tapen su miedo a
volver a amar o a expresarse desde el corazón.
Al final, recuperar la capacidad emocional significa ese
tránsito o viaje hacia dentro, como el que hacen los cuatro personajes
del libro y la película. Nuestro leñador metálico hace un ejercicio de
voluntad y valentía queriendo recuperar su capacidad para emocionarse y sentir.
Y eso cierra el círculo en cuanto al arquetipo en
cuestión: un tránsito de re descubrimiento de las emociones, un aprendizaje en
cuanto a su buen uso, externo e interno; re aprender a valorarse, a quererse
más allá de lo que se desea lograr, más allá de los méritos y las capacidades;
comprender la empatía y lograr una correcta expresión de las emociones.
En El Blog Alternativo: El
Mago de Oz
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