Y me asombra que esas alegrías tan precarias, tan raramente perfectas a lo largo de una vida humana –bajo cualquier aspecto con que las hayamos buscado o recibido–, sean objeto de tanta desconfianza por parte de quienes se creen sabios, temen el hábito y el exceso de esas alegrías en vez de temer su falta y su pérdida, y gastan en tiranizar sus sentidos un tiempo que estaría mejor empleado en ordenar o embellecer su alma.
Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar
En el blog Mon Collage
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