No dejes de creer que las palabras, la risa y la poesía sí pueden cambiar el mundo.

Fe

Confío confío confío

No te detengas en la duda ni el temor, tampoco en la culpa ni en la autorrecriminación, reside en el esplendor permanente con la seguridad de que eres muy amado.

Siempre eres Uno con Dios, Siempre eres bienvenido a casa. Porque tu hogar es Mi corazón y Mío es el tuyo.

Esperanza


La esperanza le pertenece a la vida, es la misma vida defendiéndose.
(Julio Cortazar)

Amor


La esperanza es esa cosa alada que se posa en el alma y canta la melodía sin palabras que nunca cesa.
(Emily Dickinson
)

Nada nos detiene

Nada nos detiene
Nunca encontraras un arco iris si estas mirando hacia abajo" Charles Chaplin

El amor no es un camino. Te trae de regreso a tu hogar. El amor es tu hogar.
(Sri Sri Shankar)

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Frases

miércoles, 6 de agosto de 2014

Sobre la campana del templo posada, dormida, ¡una mariposa!

Cuento Zen El Jardinero De HAIKUS

Ivan Stefanek

 En una colina de Kyoto, la que había sido durante mil años la capital de Japón, hubo un parque que llegó a ser mucho más celebre que todos los demás. Y no porque contuviera una esbelta pagoda o un monasterio budista construido en sólida madera. De hecho, ninguno de los dos mil templos de la ciudad se hallaba allí.

 Era un jardín modesto rodeado por arces donde crecían flores sencillas entre los caminos de piedra. Los paseantes y curiosos se acercaban atraídos por la tranquilidad del lugar, pero aún más por el singular jardinero que se afanaba en quitar las malas hierbas y regaba las plantas en las raras semanas sin lluvia. 

Aquel frágil anciano caminaba muy encorvado, como si no hubiera hecho otra cosa en su vida que agacharse a limpiar y abonar el lecho donde prosperaban sus flores. En los pocos momentos que el parque no tenía visitantes, les hablaba con amor y animaba a los brotes más débiles a que se desperezaran e iniciaran su camino al cielo. Cuando llegaba la gente, se hacía el despistado faenando aquí y allá, hasta que algún niño o un adulto solitario le pedía consejo. El jardinero le regalaba entonces un haiku. David había oído hablar de aquel hombre en el curso de literatura japonesa que estudiaba en California. Fascinado por aquellos breves poemas, trabajó de camarero innumerables fines de semana para pagarse un vuelo al país nipón y conocer al jardinero.
 De camino a la vieja ciudad imperial, David ya había leído varios tratados sobre el arte del haiku, que podía resumirse en seis características:

 I. Debe constar de tres versos no rimados.
 II. Su brevedad permitirá leerlo en voz alta en el tiempo de una respiración.
 III. Incluye alguna referencia a la naturaleza o a las estaciones del año.
 IV. Utiliza el tiempo presente, nunca se proyecta al pasado o al futuro.
 V. Expresa la observación o asombro del poeta.
 VI. Alguno de los cinco sentidos está presente en los versos.

 David se había empapado de la teoría pero seguía sin comprender la misteriosa belleza que emanaba de haikus como el del poeta Yosa Buson:

 Sobre la campana del templo
 posada, dormida,
 ¡una mariposa!

 Tras podar un arbusto de flores amarillas, el jardinero levantó la mirada hacia el joven norteamericano. Le sonrió con familiaridad, como si llevará esperándole toda la mañana. Tras un intercambio de reverencias y saludos, el estudiante le hizo en japonés las preguntas que había preparado:

 - Maestro, dicen que usted es quien más sabe sobre este arte. Más allá de la métrica, los temas y todo eso, ¿qué es un haiku?

 El jardinero fijó en el chico sus ojos diminutos y respondió:

 - Ya lo dijo Matsuo Basho, “haiku es lo que está sucediendo en este lugar y en este momento” - Aquí y ahora…

Pero el poeta elige algo especial que esté ocurriendo, como una mariposa que se ha posado sobre una enorme campana, ¿no es así?

 - ¡No! – protestó el jardinero – Todo lo que ocurre es poesía, no necesitas la mariposa ni la campana.

 David reflexionó un poco y luego añadió:

 - Pero hay muchos instantes en los que no sucede nada bello ni remarcable.

 - ¿Ah, sí? ¿Cuáles son esos instantes?

 - Momentos en los que estás aburrido, agobiado o demasiado cansado para pensar en nada.

- Me estás hablando del observador, no de lo observado. Que tú estés aburrido, agobiado o cansado no significa que el mundo sea así. Sólo tienes que lavarte los ojos con agua cristalina y volverás a ver la poesía en cada cosa.

 - Entiendo, repuso impresionado. Se trata entonces de limpiar nuestra mirada, de hacer caer los filtros con los que teñimos lo que vemos ¿Es eso?

- Hablas como un doctor en budismo. Así nunca aprenderás el secreto de los haikus.

 - ¿Cómo puede aprenderlo entonces, maestro?

 - No puedes.

 La expresión decepcionada del joven conmovió al anciano que añadió con voz dulce:

 - Voy a darte un haiku de Kito Takai para que lo entiendas:

 “El ruiseñor
 unos días no viene
 otros viene dos veces”

 Dicho esto, el jardinero tomó tomó al suelo un cubo de metal y se alejó con pequeños pasos en dirección a una fuente. Plantado él también en medio de las flores, el estudiante meditó sobre aquellos tres versos. Tal como le había sucedido con otros haikus, apreciaba su belleza, pero no conseguía captar plenamente su sentido.

 Mientras los niños correteaban por el jardín y las parejas se tomaban las manos en rincones donde creían no ser vistas, David esperó al regreso del jardinero para darle su interpretación:

 - A ver si lo entiendo … ¿El día que el ruiseñor viene dos veces es para compensar que otro día no vino?

 - ¡No has entendido nada! El ruiseñor no tiene ninguna obligación de venir.

 El joven se quedó mudo hasta que una grieta empezó a abrirse en su comprensión y dijo:

 - ¿Qué sucede cuando no viene el ruiseñor?

- Esa es una buena pregunta. ¿Qué sucede cuando tu crees que no está sucediendo nada?

 David miró a su alrededor y vió los arces mecidos por el viento, las flores que prosperaban entre los caminos, un gato dormido junto a un estanque, paseantes jóvenes y viejos. Bajo la colina donde se encaramaban el jardín, el bullicio mesurado de Kyoto.

 - Siempre está sucediendo algo bello, concluyó David, sí somos capaces de apreciarlo.

- Ahora lo has dicho, sonrió el jardinero. No hay momento perdido. 

Fuente: http://www.shurya.com/cuento-zen-el-jardinero-de-haikus/
Leer Más: http://despierta40.blogspot.com/2014/06/cuento-zen-el-jardinero-de-haikus.html#ixzz36O7L6F5Y

lunes, 4 de agosto de 2014


La sociedad te prepara para la actividad, para la ambición, para la prisa, para la eficiencia. No te prepara para relajarte ni para no hacer nada y descansar. 

Toda sociedad es impulsada, obsesionada y adicta al trabajo. Por lo tanto no quiere que aprendas a relajarte. La relajación tiene poderes milagrosos.

Trata de relajarte una hora o dos de las 24 y adquirirás mayor percepción sobre ti misma(o).

Aplica la relajación en las tres capas: cuerpo-mente –corazón.

La relajación puede llevarte a puntos altos; es una simple técnica. No es complicada; durante unos pocos días la encontrarás difícil por la falta de costumbre.

 Habituarte será cuestión de días.

Insistiendo en la relajación, llega a aparecer la meditación.

La meditación es el nombre de la más profunda relajación.

Hay que relajarse desde la circunferencia. Relaja la circunferencia de tu ser, relaja tu cuerpo, relaja tu comportamiento, relaja tus actos. 

 Camina de una manera relajada, come de una manera relajada, habla, escucha de una manera relajada.

Aminora cada acción. No tengas prisa, no te aceleres.

Muévete como si toda la eternidad estuviera a tu disposición; de hecho lo está. Estamos aquí desde el principio y vamos a estar hasta el final.

Recuerda que en el universo no hay principio ni fin.

 Siempre hemos estado aquí y lo estaremos siempre.

Cambian las formas pero no la sustancia; cambian las vestiduras, pero no el alma.

Tensión significa prisa, miedo, duda.

 La tensión significa estar temerosos de que mañana no podamos enfrentarnos a la realidad, obligándonos a estar en permanente guardia.

 El primer paso para la relajación está en tu cuerpo, mira en tu interior y busca alguna tensión en él: en el cuello, en la cabeza, en las piernas. Relájalo a conciencia. Ve hasta esa parte del cuerpo y persuádela, dile amorosamente: “¡Relájate!”

 Al abordar cualquier parte de tu cuerpo, quedarás sorprendida(o) de que te escucha, te hace caso; ¡es tu cuerpo! Con los ojos cerrados penetra en su interior, desde los dedos de los pies hasta la cabeza, localizando cualquier lugar donde haya tensión. 

 Habla entonces con esa parte del cuerpo como si hablaras con un amigo; permite un diálogo entre tu cuerpo y tú.

Dile que se relaje y adviértele: “No hay nada que temer. No tengas miedo. Estoy aquí para cuidarte; estate tranquilo”. 

Poco a poco, aprenderás el truco. Conseguirás que el cuerpo se relaje.

Después da otro paso, un poco más profundo; dile a la mente que se relaje. Si el cuerpo escucha, la mente también lo hace. Mucha gente empieza por la mente y fracasa; se debe a que empieza por el sitio equivocado. Primero el cuerpo, luego la mente.

 Cuando la mente se encuentre relajada empieza entonces a relajar tu corazón… el mundo de tus sentimientos, tus emociones; algo todavía más complejo, más sutil.

Sólo entonces, cuando has dado estos tres pasos, puedes pasar al cuarto. Ahora puedes pasar al centro más interno de tu ser, el cual está más allá del cuerpo, de la mente, del corazón: el verdadero centro de tu existencia.

 Conseguirás también relajarlo. Dicha relajación aporta el mayor gozo posible, el supremo éxtasis, la total aceptación. Te hallarás llena de felicidad y de júbilo. Llenarás tu vida de ductilidad y armonía, la convertirá en danza.

 La existencia danza en armonía, la existencia entera se mueve de una manera muy relajada; hay movimiento, sin duda, pero en total equilibrio.

 Los árboles crecen, los pájaros pían y los ríos fluyen; las estrellas se mueven: todo marcha de una manera muy armónica. Sin prisa, sin alboroto, sin preocupación y sin desperdiciar nada.

La relajación es un fenómeno de gran complejidad; con muchos matices multidimensionales.

Son primordiales las siguientes cosas: entregar, confiar, darse, amar, aceptar, seguir la voz de tu corazón, unirse a la existencia, disolver el ego, entrar en éxtasis. Todo ello comienza a suceder si aprendes los caminos hacia la relajación.

Como no sabemos a ciencia cierta si existe el cielo y el infierno, no temas al infierno y tampoco ansíes el cielo.

Todo lo que existe es este momento. Puedes convertirlo en cielo o en infierno.

 El infierno existe cuando te encuentras tensa(o).

El cielo, cuando estás relajada(o).

 La relajación total es el paraíso. 

Textos adaptados especialmente para ti del libro “El equilibrio entre la mente y el cuerpo” de OSHO.