martes, 29 de diciembre de 2009
Sigo con Susana Tamaro
Hasta ahora los grandes cambios siempre habían sido puestos en marcha por alguna utopía. Se pensó, por ejemplo, que cambiando un sistema de producción cambiaría el hombre, de manera que en un lapso apenas un poco más que breve las utopías se transformaron en infiernos, dejando a sus espaldas largas estelas de dolor y muerte.
Las utopías sociales han sido la trágica desilusión de este siglo. El error fundamental fue creer que modificando las estructuras de la sociedad se modificaría naturalmente el hombre.
Yo creo en cambio, que ha de ocurrir exactamente lo contrario: solo el hombre que haya logrado crecer en su interioridad, sólo el hombre consciente puede trabajar para que las cosas cambien. Buscar la esperanza y hacerla crecer, cultivarla en nosotros mismos y en quienes estén cerca, no rendirse ante aquello que hoy por hoy la sociedad nos impone, ante su vulgaridad, sino ver entre todo ello unas señales de cambio, custodiarlas y alimentarlas, tal como en la antigua Roma las vestales custodiaban el fuego. Sin sueño ni distracción.
(Susana Tamaro, "Querida Mathilda")
Las utopías sociales han sido la trágica desilusión de este siglo. El error fundamental fue creer que modificando las estructuras de la sociedad se modificaría naturalmente el hombre.
Yo creo en cambio, que ha de ocurrir exactamente lo contrario: solo el hombre que haya logrado crecer en su interioridad, sólo el hombre consciente puede trabajar para que las cosas cambien. Buscar la esperanza y hacerla crecer, cultivarla en nosotros mismos y en quienes estén cerca, no rendirse ante aquello que hoy por hoy la sociedad nos impone, ante su vulgaridad, sino ver entre todo ello unas señales de cambio, custodiarlas y alimentarlas, tal como en la antigua Roma las vestales custodiaban el fuego. Sin sueño ni distracción.
(Susana Tamaro, "Querida Mathilda")
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