sábado, 5 de diciembre de 2009
He vuelto
Ya estoy aquí...despues de estos días sin ordenador (¡Que horror!), vuelvo a mis jardines. Ciertamente me ha venido bien para descansar de él, leer; sigo con Mario Benedetti, entre otras cosas; y centrarme más en mi pintura; he empezado nuevo cuadro y me tiene ilusionada, el retrato homenaje a "papi" Rosseau, por fin. Me está quedando de dulce, los colores de papi...me sumerjo en sus selvas soñadas.
Os dejo con Mario:
El apagón
Hace tres o cuatro noches, en plena tormenta cayó un rayo, una furibunda centella que dejó toda la ciudad a oscuras. Nadie recuerda un apagón tan absoluto. Ni siquiera veíamos nuestras manos, ni mucho menos las manos de los otros. Quedamos inmóviles y desorientados, ignorando si aquello era un cataclismo o simplemente un bostezo de Dios.
Al menos en la oscuridad se aprende algo. Particularmente se valora la importancia de la luz, la bienaventuranza del sol, la bendición de la electricidad. La televisión, la computadora, el refrigerador, se llaman a silencio, y todos regresamos a un pasado remoto, no importa si con los ojos abiertos o cerrados.
El mundo se convierte instantáneamente en nada, pero dentro de esa nada suenan voces. A la voz no la apaga el apagón. Cantamos, gritamos, sollozamos, insultamos al desprolijo destino que nos pone en este trance.
Por allá suena una oración poco convincente y por acá un suspiro esperanzado. Casi da lo mismo tocar una piedra que una joya, un rostro que una máscara. Busco un apetitoso pecho de mujer y sólo encuentro un fardo, una mole sin nombre.
Estamos a ciegas, sólo nos queda el tacto. Con él distinguimos:la madera, del acero; la porcelana, del vidrio; el tenedor, de la cuchara.
Vaya, vaya. ¡Se encendió mi portátil! La ciudad es nuevamente ciudad. Tu rostro querido otra vez es tu rostro. ¡Que vivan las luces!.
(Mario Benedetti)
¡Que vivan!!!!!
Os dejo con Mario:
El apagón
Hace tres o cuatro noches, en plena tormenta cayó un rayo, una furibunda centella que dejó toda la ciudad a oscuras. Nadie recuerda un apagón tan absoluto. Ni siquiera veíamos nuestras manos, ni mucho menos las manos de los otros. Quedamos inmóviles y desorientados, ignorando si aquello era un cataclismo o simplemente un bostezo de Dios.
Al menos en la oscuridad se aprende algo. Particularmente se valora la importancia de la luz, la bienaventuranza del sol, la bendición de la electricidad. La televisión, la computadora, el refrigerador, se llaman a silencio, y todos regresamos a un pasado remoto, no importa si con los ojos abiertos o cerrados.
El mundo se convierte instantáneamente en nada, pero dentro de esa nada suenan voces. A la voz no la apaga el apagón. Cantamos, gritamos, sollozamos, insultamos al desprolijo destino que nos pone en este trance.
Por allá suena una oración poco convincente y por acá un suspiro esperanzado. Casi da lo mismo tocar una piedra que una joya, un rostro que una máscara. Busco un apetitoso pecho de mujer y sólo encuentro un fardo, una mole sin nombre.
Estamos a ciegas, sólo nos queda el tacto. Con él distinguimos:la madera, del acero; la porcelana, del vidrio; el tenedor, de la cuchara.
Vaya, vaya. ¡Se encendió mi portátil! La ciudad es nuevamente ciudad. Tu rostro querido otra vez es tu rostro. ¡Que vivan las luces!.
(Mario Benedetti)
¡Que vivan!!!!!
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