Hoy un hermoso cuento, muy apropiado para esta estación del año, sacado del libro "El encanto de la vida simple" de Sarah Ban Breathnach...otra vez...Me encanta ese libro!
"La época de llegar o de marcharse, de cantar o dejar de cantar, eso no lo sabemos" (Alexander Pope)
Erase una vez una reina muy propensa a los accesos de ira. Un otoño, cuando el año comenzó a declinar, la reina cayó en una profunda melancolía. No probaba bocado, no dormía, y unas lágrimas de origen desconocido rodaban con frecuencia por su rostro, lo cual la enfurecía, desencadenando unos ataques de cólera que hacían que las personas que la rodeaban se echaran a temblar.
Cada día la reina mandaba llamar a uno de los consejeros de su estimado grupo de sabios para que le explicara la causa de su inezplicable tristeza. Entraron y salieron de sus aposentos el médico de la corte, el astrónomo, el alquimista, el herbolista y el filósofo. Todos fueron destituidos fulminantemente por la reina, quien los tachó de charlatanes por no ser capaces de descifrar el misterio de su melancolía.
"Debe de existir uno entre todos vosotros que conoce el motivo de mis sufrimientos", exclamó la reina deseperada. Pero sus patéticas protestas eran acogidas con silencio pues todos temían su furia. Por fin, el jardinero real, conmovido por la angustia de la pobre mujer, se aproximó lentamente al trono.
"Salid al jardín, majestad, traspasad los muros de la prisión en la que os habéis encerrado y os revelaré el enigma". La reina estaba tan deseperada, que le obedeció. Al salir al jardín por primera vez desde hacía varias semanas, observó que el alegre y vivo colorido del verano había desaparecido y el jardín aparecía desnudo. Pero no estaba desprovisto de belleza, pues exibía los resplandecientes tonos rojos y dorados del otoño que le daban un aire majestuoso. La brisa era fresca y límpida, y el firmamento mostraba un maravilloso azul celeste.
"Habla jardinero- le ordenó la reina-, pero mide bien tus palabras, pues exijo saber la verdad"
"Majestad, no es vuestro cuerpo ni vuestra mente la que están enfermos, sino vuestra alma. Aunque seáis una reina poderosa, no sois divina. Padecéis una condición humana que nos aflige a todos. Las almas terrenales se ven afectadas por la tristeza o la alegría según las épocas del año, como el flujo y el reflujo de la marea, del mismo modo que las estaciones del mundo natural cumplen un ciclo de vida, muerte y renacimiento.
En esta época del año debéis sentiros agradecida por la cosecha del corazón, por modesta que sea, y prepararos para la conclusión del año. La estación de luz diurna remite y aumentan las horas de oscuridad. Pero la Luz verdadera nunca se extingue en el mundo natural, ni tampoco en vuestra alma.
Aceptad el reflujo, amada reina, y no temáis las sombras. Pues del mismo modo que la noche sucede al día, la Luz aparecerá de nuevo y volveréis a sentiros dichosa. Os lo aseguro."
La acongojada reina meditó sobre las sabias palabras del jardinero y le preguntó cuál era el secreto para alcanzar la paz interior durante las estaciones que provocan turbulencias emocionales. El jardinero la condujo a un reloj solar de bronce, en el que figuraba la siguiente inscripción:
"Esto también pasará"
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