viernes, 14 de mayo de 2010
La mirada de Jesús
En el Evangelio de Lucas leemos lo siguiente:
"Le dijo Pedro: Hombre, no sé de qué hablas. Y en áquel momento, estando hablando, cantó un gallo y el Señor se volvió y miró a Pedro...Y Pedro saliendo fuera, rompió a llorar amargamente"
Yo he tenido unas relaciones bastante buenas con el Señor. Le pedía cosas, conversaba con Él, cantaba sus alabanzas, le dabas gracias...
Pero siempre tuve la incómoda sensación de que Él deseaba que le mirara a los ojos, cosa que yo no hacía. Yo le hablaba, pero desviaba mi mirada cuando sentía que Él me estaba miando.
Yo miraba siempre a otra parte. Y sabía por qué: tenía miedo. Pensaba que en sus ojos iba a encontrar una mirada de reproche por algún pecado del que no me hubiera arrepentido.
Pensaba que en sus ojos iba a descubrir una exigencia; que había algo que Él deseaba de mí.
Al fin, un día, reuní suficiente valor y miré. No había en sus ojos reproche ni exigencia. Sus ojos se limitaban a decir:"Te quiero". Me quedé mirando fijamente durante largo tiempo. Y allí seguía el mismo mensaje:"Te quiero".
Y al igual que Pedro, salí fuera y lloré.
(Anthony de Mello, El canto del pájaro)
"Le dijo Pedro: Hombre, no sé de qué hablas. Y en áquel momento, estando hablando, cantó un gallo y el Señor se volvió y miró a Pedro...Y Pedro saliendo fuera, rompió a llorar amargamente"
Yo he tenido unas relaciones bastante buenas con el Señor. Le pedía cosas, conversaba con Él, cantaba sus alabanzas, le dabas gracias...
Pero siempre tuve la incómoda sensación de que Él deseaba que le mirara a los ojos, cosa que yo no hacía. Yo le hablaba, pero desviaba mi mirada cuando sentía que Él me estaba miando.
Yo miraba siempre a otra parte. Y sabía por qué: tenía miedo. Pensaba que en sus ojos iba a encontrar una mirada de reproche por algún pecado del que no me hubiera arrepentido.
Pensaba que en sus ojos iba a descubrir una exigencia; que había algo que Él deseaba de mí.
Al fin, un día, reuní suficiente valor y miré. No había en sus ojos reproche ni exigencia. Sus ojos se limitaban a decir:"Te quiero". Me quedé mirando fijamente durante largo tiempo. Y allí seguía el mismo mensaje:"Te quiero".
Y al igual que Pedro, salí fuera y lloré.
(Anthony de Mello, El canto del pájaro)
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1 comentario:
Eso es, Victoria, dejarse amar, sólo eso.
Cariños.
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