Llueve

Llueve. Oscuridad total. Bueno. Hoy es domingo. Sigo en pie. Disfruto mi cafetito en la cama, sin prisas, aunque siento un gusanillo en mi interior que me dice que hay muchas cosas que hacer, que espabile. Aquí, a mi lado, otro bichito me da con su cabeza en mi brazo recordándome que está ahí, que no me olvide, que a él le da igual que sea domingo, la naturaleza lo llama, hay que espabilar.
Vale, vale. Ya voy.
Aterrizo.
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Nada perturba el silencio de la mañana, algún motor estruendoso que pasa rugiendo. Los árboles se reflejan en la ría quieta como un espejo, el mar en calma. Llueve mansamente. Echo una última mirada a la ria y se despide de mí desdibujándose. Entra la niebla.
Ya en casa, la comida al fuego, una tarta de manzana cociéndose en el horno. Todo espera a que mis niños despierten.

"Porque en la actualidad vemos un contorno nebuloso por medio de un espejo de metal, pero entonces será cara a cara. En la actualidad conozco parcialmente, pero entonces conoceré con exactitud así como soy conocido con exactitud.
Ahora, sin embargo, permanece la fe, la esperanza, el amor; estos tres; pero el mayor de estos es el amor"
(1 Corintios 13:12)