Seguimos caminando.

"No camines delante de mí, podría no seguirte.
No camines detrás de mí, podría no saber guiarte.
Camina junto a mí. A mi lado."
(desconozco el autor...yo y mis despistes...)

Y continuo caminando con Susanna Tamaro, de su libro Querida Mathilda.

Personalmente siempre he tenido una aversión natural hacia los jueces y hacia los juicios que se expresan fuera de las salas de los tribunales. Juzgar quiere decir ponerse en un plano de superioridad respecto a los demás, y yo encuentro terriblemente sospechosas las superioridades auto proclamadas. ¿Quién nos otorga, efectivamente, semejante derecho, el derecho a decir “tú sí, tú no; esto sí, esto no”, el derecho a ensalzar o destruir?

Nos erigimos en jueces, convencidos que de tal manera manifestamos una superioridad de inteligencia y comprensión; en cambio, cuando juzgamos, hacemos exactamente lo contrario: el juicio es una jaula, una estrecha prisión en la que languidecen además de la libertad de ser, la comprensión y la inteligencia.

Aquello que llamamos “juicio” frecuentemente sólo esconde prejuicio y condena. ¿Y qué realidad se construye utilizando como ladrillos el prejuicio y la condena? Una realidad de murallas y vorágines, de alambres de espino y puertas cerradas, una realidad llena de aire gélido y de ruidosas soledades.

¿Recuerdas el proverbio indio que señalé en las últimas páginas de “Donde el corazón te lleve”? Decía más o menos así: “Cada vez que quieras juzgar a alguien, antes camina durante tres lunas con sus mocasines”.

Hemos de convertirnos en grandes caminadores, ¿no crees? Caminar y caminar y seguir caminando, uno junto al otro, intercambiándonos los zapatos, cada uno en los zapatos del otro. Caminar pensando en el día en que hemos venido al mundo y en el día en que nos iremos. Caminar juntos en la fragilidad, en la desnudez, sin togas y sin índices levantados. Tenemos que caminar para construir un mundo cuya base no estén en el juicio y el prejuicio, sino la humildad y la compasión. (Susanna Tamaro, Querida Mathillda)

Imágenes Rafael Olbinski