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En otras palabras, aquel árbol no vivía, se esforzaba por sobrevivir. A su alrededor pasaban a toda velocidad autos y ciclomotores con el escape abierto; por la noche, las tiendas y restaurantes de los alrededores descargaban la basura a sus pies. De vez en cuando el viento depositaba alguna bolsita de plástico para adorno de sus ramas. En aquella limitada y humillante condición ambiental el proyecto del árbol no podía desarrollarse;nada de raices, nada de respiración, nada de copa. Yo sentía compansión por aquel árbol, por aquella forma potencialmente noble que estba reducida al espectro de sí misma. Compasión porque el destino que se veía forzado a vivir no era su destino, no era el destino para el que había sido creado.
¿Es realmente muy distinta la condición del hombre? No lo creo: cuando más miro a mi alrededor, más veo a seres humanos que se han desviado de su destino; seres humanos sin raices y sin copa; seres humanos que narcisistamente creen amarse y, en realidad, se desprecian; seres humanos descontentos de todo pero incapaces de admitir que el primer y mayor descontento proviene justamente de su propia pasividad.
Susanna Tamaro, Querida Mathilda (no veo el momento en que el hombre eche a andar)
2 comentarios:
Sono tristi queste parole, ma vere.....purtroppo!C'è sempre la speranza, che non muore mai! E allora speriamo tutti in un futuro migliore...è l'unica cosa che possiamo fare! Un abbraccio!
Que no falte la esperanza!!
Un abrazo!
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