sábado, 21 de agosto de 2010
Momentos gloriosos
Para tí.
Pongo en marcha una cinta y saboreo a sorbitos un té de jazmín. De vez en cuando rebobino la cinta, gracias a este rosario laico llamado mando a distancia.
Y he aquí una escena extraordinaria.
El padre, interpretado por Chishua Ryu, actor fetiche de Ozu, hilo de Ariadna de su obra, hombre maravilloso que irradia calidez y humildad, el padre, como digo, al que le queda poco de vida, conversa con su hija.
EL PADRE: ¡Y ese templo del Musgo! La luz realza aún más el musgo.
SETSUKO: Y tambén esa camelia que había encima.
EL PADRE: Ah, ¿te habías fijado? ¡Cuán hermoso era!
La camelia sobre el musgo del templo, el violeta de los montes de Kyoto, una taza de porcelana azul, esta eclosión de belleza en el corazón mismo de las pasiones efímeras ¿no es acaso a lo que todos aspiramos? ¿Y lo que nosotros, civilizaciones occidentales, no sabemos alcanzar?
La contemplación de la eternidad en el movimiento mismo de la vida.
******************************************************************
El resto de la mañana transcurre en una atmósfera de tristeza. Me arrastro como alma en pena y ni siquiera consigo leer. El paréntesis de felicidad que la camelia sobre el musgo del templo ha abierto en la crudeza del mundo se ha cerrado sin esperanza, y la negrura de todos esos abismos corroe mi amargo corazón.
Entonces, el Japón antiguo viene a inmiscuirse. De uno de los pisos desciende una melodía, clara y alegremente perceptible. Alguien toca al piano una pieza clásica. Ah, dulce hora que de improviso rasga el velo de la melancolía...En una fracción de eternidad, todo cambia y se transfigura. Un fragmento de música desprendido de una pieza desconocida, un poco de perfección en el flujo de las cosas humanas-inclino despacio la cabeza, pienso en la camelia sobre el musgo del templo, en una taza de té mientras el viento, fuera, acaricia las hojas de los árboles, la vida que se escapa se inmoviliza en una joya sin mañana ni proyectos, el destino de los hombres, salvado del pálido sucederse de los días, se nimba por fin de luz y, más allá del tiempo, exalta mi corazón tranquilo.
(La elegancia del erizo, Muriel Barbery)
Pongo en marcha una cinta y saboreo a sorbitos un té de jazmín. De vez en cuando rebobino la cinta, gracias a este rosario laico llamado mando a distancia.
Y he aquí una escena extraordinaria.
El padre, interpretado por Chishua Ryu, actor fetiche de Ozu, hilo de Ariadna de su obra, hombre maravilloso que irradia calidez y humildad, el padre, como digo, al que le queda poco de vida, conversa con su hija.
EL PADRE: ¡Y ese templo del Musgo! La luz realza aún más el musgo.
SETSUKO: Y tambén esa camelia que había encima.
EL PADRE: Ah, ¿te habías fijado? ¡Cuán hermoso era!
La camelia sobre el musgo del templo, el violeta de los montes de Kyoto, una taza de porcelana azul, esta eclosión de belleza en el corazón mismo de las pasiones efímeras ¿no es acaso a lo que todos aspiramos? ¿Y lo que nosotros, civilizaciones occidentales, no sabemos alcanzar?
La contemplación de la eternidad en el movimiento mismo de la vida.
******************************************************************
El resto de la mañana transcurre en una atmósfera de tristeza. Me arrastro como alma en pena y ni siquiera consigo leer. El paréntesis de felicidad que la camelia sobre el musgo del templo ha abierto en la crudeza del mundo se ha cerrado sin esperanza, y la negrura de todos esos abismos corroe mi amargo corazón.
Entonces, el Japón antiguo viene a inmiscuirse. De uno de los pisos desciende una melodía, clara y alegremente perceptible. Alguien toca al piano una pieza clásica. Ah, dulce hora que de improviso rasga el velo de la melancolía...En una fracción de eternidad, todo cambia y se transfigura. Un fragmento de música desprendido de una pieza desconocida, un poco de perfección en el flujo de las cosas humanas-inclino despacio la cabeza, pienso en la camelia sobre el musgo del templo, en una taza de té mientras el viento, fuera, acaricia las hojas de los árboles, la vida que se escapa se inmoviliza en una joya sin mañana ni proyectos, el destino de los hombres, salvado del pálido sucederse de los días, se nimba por fin de luz y, más allá del tiempo, exalta mi corazón tranquilo.
(La elegancia del erizo, Muriel Barbery)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Me tomé un sorbo de té de jazmín y te dejo un beso.
Momento glorioso, sin duda!
Un beso
Publicar un comentario