“Si solamente emulaseis a los Devas del aire en su paso silencioso, que viven su vida no con ausencia de sonido, sino en medio de los cantos…. Todos sus movimientos son armonía, cada pensamiento traza un esplendoroso cuadro sobre la tela del cielo…. Sus verdaderas pulsaciones son un murmullo de alegría.
“Cuando enseñéis a los hombre que nosotros acudimos a ellos, pedidles este favor en nuestro nombre: que cultiven la paz.
“La vida debe ser en verdad movimiento y sonido en movimiento; pero haced que todos los sonidos de la vida humana tengan armonía y enseñadles a hacer su camino dulce y melodioso.
“Enseñadles a escuchar la música de los árboles, mostradles el modo de vivir de los abetos, de los pinos y de las hayas, que continuamente oscilan y cantan. Han oscilado y cantado desde que el tiempo existe, ahora son incapaces en cualquier circunstancia de sonidos estridentes y discordantes en su canto.
“Muchas veces nos acercamos tanto a vosotros, que esperamos que oigáis el batir de nuestras alas, más por desgracia no nos oís. Muy a menudo debemos retirarnos, alejarnos casi con horror, rechazados por los sonidos y por las formas emanadas de vuestro modo de vivir.
“Rogad por la abolición de todo sonido que pueda ofender los oídos de un niño. En la ciudad, en las carreteras, en los senderos del campo, en la fábrica, en las granjas, buscad la armonía de cada cosa.
“Mientras no eliminéis gradualmente esta insalvable barrera de ruido que habéis levantado, separará vuestro mundo del vuestro.
“Enseñad a vuestra gente a cultivar las horas de tranquilidad, a aprender la alegría de la paz, el estado de ánimo de la felicidad silenciosa…. Comenzad una gran campaña, decid a todos que quieren ayudaros, que esta gran oleada de brutalidad y de violencia debe pasar, pues este hecho constituye un preliminar esencial para la realización de nuestros recíprocos ideales.”
Estas palabras, escritas hace sesenta años, cuando aún había un gran silencio comparado a hoy día, nos hace entrever algo que en aquellos tiempos era casi desconocido para la masa: la meditación.
El Ángel habla del silencio interior, de escuchar e imitar el susurro de los árboles, de crear el silencio en el alma, y de intentar transportar este silencio al mundo exterior.
Por lo que respeta al ruido físico, todavía hay mucho que trabajar; pues, al contrario, parece que cuanto más pasa el tiempo, más ruido hacemos.
Para el silencio interior, por el contrario, algo se está empezando a hacer. Con mucha lentitud, pero gradual e imparablemente, en el mundo occidental se va difundiendo la meditación.
Este es un sendero privilegiado, por medio del cual llegaremos al contacto con los Ángeles.
Carlos Correa Heredia y Nana de Navascués.
En el blog Aquelarre de brujas buenas
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