miércoles, 6 de junio de 2012
Destilar el miedo en un alambique
La alquimia es mirar al cielo con expectación y, sin cuestionarse si es posible volar o no, preguntarse como puede uno convertir sus brazos en alas de oro, e intuir que la única manera es sentirse ave, es convertir lo imposible en desafio y mantenerse mirando las nubes sin preocuparse del riesgo de la velocidad y de los giros, simplemente para disfrutar de cómo se ven las cosas desde arriba.
Para ganar cuando todo está perdido, hay que destilar el miedo en un alambique durante cuarenta días y cuarenta noches sin dejar que el fuego se apague ni por un instante, trascender a la muerte y sublimar la propia alma en un rito privado, intenso y prohibido hasta que se funda la mediocridad de lo humano, para dar paso al renacimiento de una nueva espiritualidad superior.
La alquimia es preferir el riesgo de la muerte a la confianza de la mediocridad, el riesgo del conocimiento a la calma de la ignorancia.
La búsqueda de la piedra filosofal para convertir los metales comunes en oro y elaborar el elixir de la vida fué tachado de locura. La trasmutación de metales comunes en oro se consiguió en el siglo XX mediante el acelerador de partículas.
Los alquimistas tenían razón. El proceso todavía cuesta más dinero que el valor del oro que se pueda extraer. Aunque sólo es cuestión de tiempo.
(Pintar urgentemente las ventanas de azul, Cristina Torrado)
Imagen Tomasz Alen Kopera
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