El otro día me ví despotricando por ¡¡una nevera vieja!! Me observaba y no daba crédito. Furiosa porque me la han cambiado por otra nueva y me costaba adaptarme. Quería continuar con la mía, vieja y destartalada pero conocida y querida ¿Quien eran ellos para cambiarla???
Pasado el enfado, me sereno, me doy cuenta de las ventajas y de lo estúpida que he sido. ¡Cuantas cosas aún por mejorar, cuantos miedos aún por superar, y esos apegos a lo viejo y conocido!. No supe valorar el amor que se me ofrecía.
Y es que a veces los enfados, el sacar lo que llevamos dentro y nos incomoda en un momento dado, sirve para darnos cuenta de los errores, de las cosas que aún podemos mejorar en nosotros, desnudarnos de lo viejo para que pueda llegar lo nuevo.
(Colosenses 3:9, 10.)
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