miércoles, 1 de septiembre de 2010
Tener el corazón de niño
Tener el corazón de niño, y la mente de un adulto es muy complicado. Casi siempre desaparece uno, cuando llega el otro, aunque debemos reconocer que sería una simbiosis perfecta poder disfrutar de ambas cualidades, y conseguir un equilibrio entre ambas. Quizá, para intentarlo, podríamos prestar atención al escrito que esta grabado en una ermita cercana a los Pirineos, cerca del camino de peregrinaje por excelencia, el Camino de Santiago.
"Si realmente fueras un niño, un auténtico niño, en vez de preocuparte por lo que no puedes hacer, contemplarías la Creación en silencio. Te acostumbrarías a mirar en calma al mundo, la naturaleza, la historia, el cielo. Si realmente fueras un niño, en estos momentos estarías cantando alabanzas a las cosas que tienes delante. Luego, libre de las tensiones, de los temores y de las preguntas inútiles, aprovecharías este tiempo para esperar, curioso y paciente, el resultado de las cosas en las que tanto amor pusiste"
(Carlos Garito, ermitaño italiano).
Cuantas veces hemos visto a aquellos chicos y chicas enfrascados en la realización de algo que a nosotros nos parece una pérdida de tiempo, cuantas veces les hemos recriminado por perder el tiempo porque a nosotros nos lo parece, olvidando que ellos encuentran de lo más interesante lo que están haciendo.
Cuantas veces les hemos recriminado por hacer aquello que, pensándolo bien, nos gustaría a nosotros poder hacer, pero nuestra mentalidad de persona adulta y responsable nos lo impide.
Las enseñanzas que nos llegan de los grandes maestros, recogidas en muchos libros y en muchos pensamientos de aquellos que a lo largo de su vida intentaron dar un poco de luz a los que quisieron escuchar, nos remiten a las palabras que ya habíamos oído:
“Procura vivir con la misma intensidad que un niño, él no pide explicaciones, se sumerge de cabeza en cada día como si éste fuera una aventura diferente, y cuando llega la noche, duerme cansado y feliz”.
Texto; Miguel Adrover Caldentey "destellos de luna y viento"
Imagen Zabh
"Verdaderamente les digo: A menos que ustedes se vuelvan y lleguen a ser como niñitos, de ninguna manera entrarán en el reino de los cielos"
(Mateo 18:3)
"Si realmente fueras un niño, un auténtico niño, en vez de preocuparte por lo que no puedes hacer, contemplarías la Creación en silencio. Te acostumbrarías a mirar en calma al mundo, la naturaleza, la historia, el cielo. Si realmente fueras un niño, en estos momentos estarías cantando alabanzas a las cosas que tienes delante. Luego, libre de las tensiones, de los temores y de las preguntas inútiles, aprovecharías este tiempo para esperar, curioso y paciente, el resultado de las cosas en las que tanto amor pusiste"
(Carlos Garito, ermitaño italiano).
Cuantas veces hemos visto a aquellos chicos y chicas enfrascados en la realización de algo que a nosotros nos parece una pérdida de tiempo, cuantas veces les hemos recriminado por perder el tiempo porque a nosotros nos lo parece, olvidando que ellos encuentran de lo más interesante lo que están haciendo.
Cuantas veces les hemos recriminado por hacer aquello que, pensándolo bien, nos gustaría a nosotros poder hacer, pero nuestra mentalidad de persona adulta y responsable nos lo impide.
Las enseñanzas que nos llegan de los grandes maestros, recogidas en muchos libros y en muchos pensamientos de aquellos que a lo largo de su vida intentaron dar un poco de luz a los que quisieron escuchar, nos remiten a las palabras que ya habíamos oído:
“Procura vivir con la misma intensidad que un niño, él no pide explicaciones, se sumerge de cabeza en cada día como si éste fuera una aventura diferente, y cuando llega la noche, duerme cansado y feliz”.
Texto; Miguel Adrover Caldentey "destellos de luna y viento"
Imagen Zabh
"Verdaderamente les digo: A menos que ustedes se vuelvan y lleguen a ser como niñitos, de ninguna manera entrarán en el reino de los cielos"
(Mateo 18:3)
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