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"Si realmente fueras un niño, un auténtico niño, en vez de preocuparte por lo que no puedes hacer, contemplarías la Creación en silencio. Te acostumbrarías a mirar en calma al mundo, la naturaleza, la historia, el cielo. Si realmente fueras un niño, en estos momentos estarías cantando alabanzas a las cosas que tienes delante. Luego, libre de las tensiones, de los temores y de las preguntas inútiles, aprovecharías este tiempo para esperar, curioso y paciente, el resultado de las cosas en las que tanto amor pusiste"
(Carlos Garito, ermitaño italiano).
Cuantas veces hemos visto a aquellos chicos y chicas enfrascados en la realización de algo que a nosotros nos parece una pérdida de tiempo, cuantas veces les hemos recriminado por perder el tiempo porque a nosotros nos lo parece, olvidando que ellos encuentran de lo más interesante lo que están haciendo.
Cuantas veces les hemos recriminado por hacer aquello que, pensándolo bien, nos gustaría a nosotros poder hacer, pero nuestra mentalidad de persona adulta y responsable nos lo impide.
Las enseñanzas que nos llegan de los grandes maestros, recogidas en muchos libros y en muchos pensamientos de aquellos que a lo largo de su vida intentaron dar un poco de luz a los que quisieron escuchar, nos remiten a las palabras que ya habíamos oído:
“Procura vivir con la misma intensidad que un niño, él no pide explicaciones, se sumerge de cabeza en cada día como si éste fuera una aventura diferente, y cuando llega la noche, duerme cansado y feliz”.
Texto; Miguel Adrover Caldentey "destellos de luna y viento"
Imagen Zabh
"Verdaderamente les digo: A menos que ustedes se vuelvan y lleguen a ser como niñitos, de ninguna manera entrarán en el reino de los cielos"
(Mateo 18:3)
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